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viernes, 19 de abril de 2024
Opiniones sobre la realidad económica
jueves, 18 de abril de 2024
117 de Roa
Raúl Roa García, por Víctor Manuel |
Hoy estuve en casa de mi querido amigo Raúl Roa Kourí, a llevarle unos libros, y admiré una vez más este hermoso retrato que el gran pintor cubano Víctor Manuel le hizo a su padre, a principios de los años 50.
Y resulta que hoy también el viejo Roa, bien nombrado Canciller de la Dignidad, cumple 117.
Que le llegue mi abrazo donde esté.
martes, 16 de abril de 2024
Un adiós para Rolando Rodríguez
Por Aurelio Alonso
El 6 de abril de 2024 falleció en La Habana, a los 83 años de edad, el destacado historiador Rolando Rodríguez García, quién tras largos años de entrega a un abnegado quehacer en el mundo del libro, tuvo el premio de terminar sus días de intelectual como investigador del Centro Fidel Castro Ruz, fundado el 25 de noviembre de 2021.
Graduado de Derecho en la Universidad de La Habana en 1962, formó parte del grupo de jóvenes profesores que en 1963 fundaron el Departamento de Filosofía, dentro del cual resaltaba desde temprano su vocación por los estudios históricos. Recuerdo como elogiaba el rigor del profesor Carlos Funtanella, con quien había colaborado como estudiante cuando éste dirigía la Biblioteca Central de la Universidad.
En 1965 accedió a la dirección del Departamento, y allí asumió, en 1966, la responsabilidad del proyecto de la Edición Revolucionaria, creada por iniciativa de Fidel. Esta tarea le llevó a ser designado como primer director del Instituto Cubano del Libro (ICL), creado en 1967 con el propósito de introducir una concepción nueva y radical de los derechos de autor, basada en la prioridad del interés social, con la cual se aspiraba a dar respuesta a las proyecciones culturales, tanto como a las necesidades de la enseñanza. En esta importante misión editorial, que centraría su vida laboral durante cerca de dos décadas, Rolando creció como editor, mostrando su capacidad para dar la cara también a los requerimientos que impusieron las cambiantes situaciones presentadas por el paso a la segunda década de Revolución, tras el fracaso de la “zafra de los diez millones”.
Los primeros cinco años del ICL (de 1967 a 1971) aportaron una respuesta masiva y actualizada a la demanda de las generaciones que atravesaban entonces el aula universitaria y formarían aquella oleada de fundadores científicos y profesionales de la Cuba que nacía. En el área de las ciencias sociales – en la cual me tocó colaborar junto a los compañeros del Departamento de Filosofía – el ICL se esforzó por poner al alcance de los universitarios (y de la población) lo mejor de la literatura universal. Vieron la luz apreciables ediciones de los clásicos del pensamiento y de las letras, tanto como mucho de lo más valioso de la producción reciente. Dirigió con talento aquella experiencia sin precedente en la construcción socialista, en la cual se trató de mantener un criterio de apertura responsable.
Se hace evidente que la vocación original de Rolando no se perdió en los largos años que siguieron; ni siquiera dentro de los parámetros que impuso la búsqueda de una mayor sintonía con los esquemas soviéticos. Es por tal motivo que lo vemos como viceministro de Cultura cuando el nombramiento de Armando Hart en esa jerarquía gubernamental, recién creada en 1976, se proponía poner fin a los extremismos del llamado “quinquenio gris”. Desde el viceministerio se mantuvo activo en la conducción del mundo del libro. Me atrevería a decir que en esencia hizo en cada momento lo que le tocó, siempre preocupado por obtener el mejor resultado
Desde comienzos de los ochenta lo encontramos trabajando en la secretaría del Consejo de Ministros, movimiento de cuadros que lo distancia del quehacer editorial. Es entonces – lo valoro así – que Rolando consigue rescatar su vocación y su talento para la historiografía. Ese saludable indicador de sus capacidades logra una primera expresión relevante en su República angelical (1989), novela histórica en la cual reverdecen aquellas dotes tempranas mostradas desde los sesenta.
Así se explica, cuando alcanzaba ya los cincuenta años de edad, el comienzo de la que sería la etapa definitiva de su vida: la del historiador. Contaba ahora – claro está – con el capital nada despreciable de su prolongada actividad administrativa.
Con una veintena de títulos publicados y numerosas presentaciones en eventos y publicaciones especializadas sobre temas referidos a nuestra historia, desde las guerras por la independencia del yugo español hasta la república neocolonial, el agudo bisturí del historiador mostró su capacidad de analizar la centralidad de los problemas. Y mostró audacia, a la vez, en el abordaje de situaciones históricas complicadas.
No corresponde a estas líneas, por fuerza escuetas, adentrarse en sus textos, valiosos todos por la carga investigativa que los respalda y por las calidades expositivas del relato. No obstante, no puedo dejar de llamar la atención sobre Cuba: la forja de una nación (1998), su primera obra monumental, en dos tomos en su edición original y tres en la de 2006. Personalmente tampoco podría pasar por alto el impacto que me produjo República de Corcho (2014), que tuve que leer y releer minuciosamente al participar en el jurado del Premio Nacional de la Crítica, que ese año la incluyó en la selección de las obras galardonadas. Logró Rolando, cuando comenzaba ya a peinar canas, convertirse en un nombre imprescindible en la historiografía cubana, también con sus apreciaciones polémicas como las que afloran Cuba: las máscaras y las sombras en la primera ocupación (2007) y no pocas más.
El registro de sus referencias de vida consigna detalladamente que en esta fructífera etapa tuvo la posibilidad de investigar de manera acuciosa no solo en los principales fondos bibliográficos cubanos, sino de hacerlo también en España y en los Estados Unidos. No es el caso nombrarlas todas aquí pero, además de cinco relevantes instituciones cubanas, se citan seis en España y tres (no menos importantes) en Washington y en Nueva York. Seguramente deja también con ello, además de su obra publicada, un caudal de elaboración que ha de servir como herencia a jóvenes historiadores.
Entre las múltiples distinciones nacionales que su obra científica le mereció en vida se destacan el Premio Nacional de las Ciencias Sociales y Humanísticas 2007, el Premio Nacional de Historia 2008, y la Orden Félix Varela de Primer Grado. También ostenta en su CV algunas distinciones recibidas en los países socialistas europeos a lo largo de los setenta.
Rolando Rodríguez se mantuvo activo hasta el final de sus días. Cuentan que al sorprenderle la muerte trabajaba aun, a pesar de su edad avanzada, en dos nuevos proyectos de libros. Como sugerí al comienzo de estas líneas fue una merecida decisión que pudiera pasar sus dos últimos años en el centro creado para perpetuar la memoria de Fidel.
No cabe duda de que nos despedimos de una figura que trazó una huella bien definida en nuestra historia reciente. Dejarle descansar en paz me parecería imperdonable.
Yoyi Rivero
Ayer supe la triste noticia de que el excelente oboísta y director Jorge Rivero había muerto. Yoyi, como le decíamos sus viejos amigos, hacía décadas que vivía en México y falleció mientras ensayaba para varios conciertos con la Filarmónica de Jalisco.
Era de una personalidad desbordada, intensa, de esas que evidencian claramente lo que les gusta o lo que no.
Hace algo más de 30 años yo grababa con Diákara algunas canciones para un disco (que publicamos hace poco) y él se apareció en el estudio de Miguel Angel de Quevedo, en Coyoacán. Escuchándonos, se enamoró de la melodía de Variaciones sobre un viejo tema y quiso hacerla con su oboe. Ahí lo pueden escuchar.
Tenga buen viaje por la eternidad Jorge Rivero. Mis muy sentidas condolencias a sus familiares, amigos y compañeros.
Entre Marisela Berti y Yoyi, años 80s, casa de Frank Fernández |
sábado, 13 de abril de 2024
Por este camino ¿cuánto le queda al mundo?
Por Jorge Fuentes
Se acaba de saber que Irán ha lanzado más de cien drones y misiles balísticos contra Israel, como respuesta al bombardeo a su consulado y barrio, en Siria, en días anteriores. Al mismo tiempo, Israel no detiene sus ataques en el sur de Gaza, donde los palestinos están muriendo de bala y de hambre.
¿Se le puede llamar civilización a este momento del desarrollo humano? ¿O desarrollo a la barbarie en la que realmente vivimos? ¿A dónde nos conduce, a corto plazo, esta situación irresponsable provocada por la avaricia y el desenfrenado control de los recursos del mundo? ¿Desde cualquier perspectiva ideológica de análisis, es posible hacer algo? ¿Hay manera de detener lo que sucede? ¿Es que la riqueza o el bienestar van a ser sinónimos de la opresión, la discriminación, la imposición, la ignominia y el asesinato?
El peligro es enorme y Occidente ni nadie responde. ¿Para qué es la ONU? ¿Para qué bien o qué mal fue inventada?
Israel lleva seis meses matando palestinos de todas las edades y llega ya a la cifra de más de 32 mil muertos. No queda nada en pie en territorio de Gaza, y ahora colonos israelitas, con armas suministradas por su gobierno, están atacando a los palestinos de Cisjordania.
Ciego y sordo el mundo ve (y deja) morir a sus hijos. El país más poderoso demuestra su poder, con un control casi total de la información y la política. Demostración y señal de que no va a dejar cambiar las cosas ni a ceder en su liderazgo.
El universo se acerca, desde la región donde nació y murió Jesús, a la tercera y última guerra. Entre la sangre se levanta un mundo con poderes nuevos a muy pocos metros del abismo infinito.
viernes, 12 de abril de 2024
El genocidio como ruido de fondo
Por Naomi Klein
Es una tradición de los Oscar: un discurso político atraviesa el velo de la mundanalidad y la autocelebración. Se producen reacciones antagónicas. Algunos elogian al orador, otros lo consideran el usurpador egoísta de una noche de fiesta. Luego todos pasan página.
Sin embargo, sospecho que el impacto de las palabras del director Jonathan Glazer, que detuvieron el tiempo en la ceremonia de entrega de premios de Los Ángeles el 10 de marzo, durará mucho más y su significado será analizado durante años.
Glazer recogía el premio a la mejor película internacional por La zona de interés, inspirada en la historia de Rudolf Höss, el comandante del campo de concentración de Auschwitz. La película sigue la idílica vida familiar de Höss con su esposa e hijos, que se desarrolla en una casa señorial con jardín adyacente al campo de concentración.
Glazer describió a sus personajes no como monstruos, sino como "horrores irreflexivos, burgueses y ambiciosos", personas capaces de convertir el mal en ruido de fondo.
Antes de la ceremonia del 10 de marzo, La zona de interés ya había sido aclamada por numerosas estrellas del mundo del cine. Alfonso Cuarón, el director ganador del Oscar por Roma, la llamó "probablemente la película más importante de este siglo".
Steven Spielberg la describió como "la mejor película sobre el holocausto que he visto desde la mía", en referencia a La lista de Schindler, que ganó el Oscar hace treinta años. Pero si bien el triunfo de La Lista de Schindler representó un momento de unidad para la mayoría de la comunidad judía, La zona de interésllega en un momento diferente.
Hoy en día existe un intenso debate sobre cómo deben recordarse las atrocidades nazis: ¿debe considerarse el holocausto sólo un drama de los judíos o como algo más universal? ¿Fue una laceración única de la historia europea, o un regreso a casa de los genocidios coloniales, junto con la lógica y las teorías raciales que estaban en su base? ¿Ese "nunca más" significa nunca más para todos o nunca más para los judíos, una promesa que hace que Israel sea intocable?
Estos conflictos sobre el universalismo, el excepcionalismo y la comparación del trauma están en el centro de la acusación de genocidio de Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (acusación apoyada por la mayor parte del Sur global) y están desgarrando a las comunidades judías de todo el mundo.
En un minuto, Glazer tomó partido con valentía en cada una de estas disputas. "Todas nuestras decisiones fueron tomadas para reflexionar y confrontar el presente, no para decir 'mira lo que hicieron entonces', sino 'mira lo que hacemos ahora'", dijo, descartando la idea de que comparar los horrores de hoy con los crímenes nazis significa en sí mismo minimizar el holocausto, y no dejó dudas de que era su intención trazar una continuidad entre el monstruoso pasado y nuestro monstruoso presente.
Y fue más allá: "Estamos aquí como hombres que se niegan a permitir que sus identidades judías y el holocausto sean manipulados por una ocupación que ha arrastrado al conflicto a tantas personas inocentes, tanto las víctimas del 7 de octubre en Israel como las del ataque en marcha en Gaza.»
Para el director, Israel no puede salirse con la suya y no es ético utilizar el trauma del holocausto como justificación o cobertura de las atrocidades cometidas hoy por el régimen israelí.
Otros han esgrimido estos argumentos en el pasado, y muchos han pagado un alto precio, especialmente si son palestinos, árabes o musulmanes.
Glazer lanzó su bomba retórica protegido por una armadura de identidad: se presentó ante el público como un judío blanco de éxito -con otros dos judíos blancos de éxito a su lado- que, juntos, habían hecho una película sobre el "holocausto". Y este privilegio no lo protegió de la ola de calumnias que distorsionaron sus palabras al afirmar que repudiaba su identidad judía, acusación que fortalece la tesis del director.
Igualmente significativo es lo que ocurrió después de su discurso. Tan pronto como Glazer lo terminó -dedicando el premio a Aleksandra Bystro' Ko'odziejczyk, una mujer polaca que llevaba comida en secreto a los prisioneros de Auschwitz y que luchó contra los nazis en las filas del ejército polaco-, aparecieron en escena los actores Ryan Gosling y Emily Blunt.
Sin siquiera una pausa comercial, fuimos catapultados a una broma sobre el fenómeno «Barbenheimer», con Gosling diciéndole a Blunt que Oppenheimer, la película sobre la invención de un arma de destrucción masiva que ella protagonizó, había tenido tanto éxito como Barbie en la taquilla, y Blunt acusando a Gosling de pintarse abdominales falsos.
Al principio temí que esta improbable yuxtaposición debilitara la intervención de Glazer: ¿cómo podrían coexistir las desgarradoras realidades que acabo de invocar con esta energía más propia del baile de una escuela secundaria de California?
Entonces lo entendí: el brillante artificio que enmarcaba ese discurso en realidad ayudó a reiterar el concepto. "El genocidio se convierte en el trasfondo de sus vidas": así describió Glazer la atmósfera de su película, donde los personajes afrontan sus problemas cotidianos (niños que no duermen, una madre insaciable, infidelidad) a la sombra de las chimeneas que arrojan restos humanos.
Estas personas no ignoran que más allá de su patio trasero está funcionando una máquina de muerte a escala industrial. Simplemente aprendieron a vivir una vida plena en el contexto del genocidio.
Éste es el aspecto de la película de Glazer que parece más contemporáneo. Después de más de cinco meses de masacres diarias en Gaza, con Israel ignorando las órdenes de la Corte Internacional de Justicia y gobiernos occidentales reprendiéndolo de buen humor y continuando con el envío de armas, el genocidio vuelve a convertirse en ruido de fondo.
Glazer enfatizó que el tema de su película no es el holocausto, sino algo más duradero y omnipresente: la capacidad humana de vivir con atrocidades, de hacer las paces con ellas, de beneficiarse de ellas.
En su estreno en mayo, antes del ataque de represalia de Hamas el 7 de octubre y antes de las masacres de Israel en Gaza, se podría considerar la película como una obra intelectual que debe contemplarse con distanciamiento. Las personas que saludaron a La zona de interés con seis minutos de aplausos entre el público del Festival de Cine de Cannes probablemente se sintieron seguras al aceptar el desafío de Glazer.
Quizás algunos hayan reflexionado sobre lo mucho que nos hemos acostumbrado a ver nuevos barcos llenos de personas abandonadas a ahogarse en el Mediterráneo. O tal vez habrán pensado en los jets privados que los llevaron a Francia y en cómo sus emisiones están relacionadas con la desaparición de fuentes de sustento para los pobres en lugares lejanos.
Glazer quería que su película provocara este tipo de pensamientos incómodos. Sin embargo, desde que llegó a los cines en diciembre, nos ha conmovido mucho más el desafío con el que el director invitaba a los espectadores a contemplar el Rudolf Höss que llevamos dentro.
La mayoría de los artistas intentan interceptar el espíritu de la época, pero La zona de interés puede haber adolecido de algo raro: un exceso de relevancia y actualidad.
En una de las escenas más memorables de la película, llega a la casa de los Höss un paquete con ropa y ropa interior de mujer robadas a los internos del campo. La esposa del comandante, Hedwig (interpretada por Sandra Hüller), estipula que todos, incluidas las criadas, pueden elegir una prenda. Se guarda un abrigo de piel e incluso prueba el lápiz labial que encuentra en un bolsillo.
Es esta intimidad con los muertos lo que resulta escalofriante. Y no tengo idea de cómo alguien puede ver esta escena y no pensar en los soldados israelíes que se filmaron revisando la ropa interior de los palestinos en Gaza o alardeando de robar zapatos y joyas para sus novias o tomándose selfies grupales con los muertos y los escombros de Gaza de fondo.
Hay tantos ecos que la obra maestra de Glazer parece un documental. Es como si, filmando La zona de interés al estilo de un reality show, con cámaras ocultas en la casa y el jardín (el director habló de "Gran Hermano en la casa nazi"), la película hubiera anticipado el primer genocidio transmitido en directo.
Todos los que conozco que vieron la película no pudieron pensar en otra cosa que no fuera Gaza. No se trata de establecer una comparación con Auschwitz. No hay dos genocidios idénticos. Pero la verdadera razón por la que se construyó el edificio del derecho internacional humanitario fue precisamente para darnos las herramientas para reconocer ciertos elementos distintivos.
Y algunos de ellos -el muro, el gueto, las matanzas en masa, la intención de exterminio declarada reiteradamente, el hambre, el saqueo, la deshumanización y la humillación- se están repitiendo. Y de la misma manera, así es como el genocidio se convierte en un trasfondo, así es como aquellos de nosotros que estamos un poco más lejos de esos muros podemos bloquear las imágenes, apagar los gritos y simplemente seguir adelante.
Y es por eso que la Academia (involuntariamente) reforzó el mensaje de Glazer con ese cambio abrupto a "Barbenheimer". La atrocidad vuelve a ser ruido de fondo.
¿Qué podemos hacer para detener la normalización? Muchos están ofreciendo sus respuestas con protestas, desobediencia civil, enviando convoyes de ayuda a Gaza o recaudando fondos. Pero no es suficiente.
Al ver los Oscar, donde Glazer fue el único en la pasarela de los ricos que habló sobre Gaza, recordé que habían pasado dos semanas desde que Aaron Bushnell, un soldado de 25 años de la Fuerza Aérea de EEUU, se prendió fuego frente a la embajada de Israel en Washington.
No quiero que nadie más lleve a cabo esa atroz forma de protesta. Pero conviene meditar sobre la afirmación que dejó Bushnell, palabras que considero un final contemporáneo de la película de Glazer: "Muchos de nosotros nos preguntamos: '¿Qué haría si viviera durante la esclavitud? ¿O durante el apartheid? ¿Qué haría yo si mi país estuviera cometiendo genocidio? La respuesta es: lo está haciendo. Ahora mismo.»
The Guardian
https://www.lahaine.org/mundo.php/el-genocidio-como-ruido-de
miércoles, 10 de abril de 2024
Identificar proyectos que generen ingresos externos
Por Joaquín Benavides Rodríguez
Según Cubadebate, en la reunión de Balance anual del Banco Central de Cuba, con la presencia el Presidente Díaz Canel y el Primer ministro Marrero Cruz, la Presidenta del Banco, Juana Lilia Delgado Portal, expreso que una de las metas para el 2024 es identificar proyectos que generen ingresos externos y propicien el mejoramiento del flujo de divisas del País. No se refirió a ninguno en específico.
Yo me aventurare a sugerirle que estudie alguna de las vías que utilizo el Gobierno en los también duros años 90 del Periodo Especial para gestionar importantes ingresos externos utilizando creativamente los activos de algunas empresas estatales. Claro, que para poder negociar y poder llegar a acuerdos favorables para ambas partes, fue necesario convertir las empresas estatales que se negociaban en empresas públicas y someterlas a un proceso de auditoria internacional que valorara sus activos. Así se llevó a cabo con la empresa del Níquel de Moa, con la empresa exportadora de tabaco Cubatabaco y con la principal empresa productora y exportadora de Ron. Esos tres negocios significaron, en aquellos años tan complicados, cada uno de ellos, ingresos significativos a las finanzas del Estado, que aún siguen dando dividendos a los socios y por supuesto al País.
Desde hace años, principalmente en los últimos 5, el País ha venido invirtiendo fuertemente, con énfasis en la ciudad de la Habana en grandes y lujosos hoteles. Esa política ha sido muy cuestionada, por economistas, que han planteado que en su lugar se debería invertir más principalmente, en la producción de alimentos. Es una realidad que esos hoteles están casi vacíos, y sin embargo la inversión que se ha realizado en ellos, y el hecho de que se han construido en la capital del país, les da un valor patrimonial económico adicional a esos activos, no obstante encontrarse con muy baja ocupación.
La sugerencia que hago seria la siguiente:
1ro. Seleccionar 5 de los mejores y más lujosos de los hoteles construidos y terminados en la Ciudad de la Habana y convertirlos a cada uno en una empresa pública.
2do. Valorar sus activos por una auditora internacional con experiencia en inversiones turísticas.
3ro. Que el Banco Central cree un grupo especializado y ponga a los hoteles en el mercado, con la intención de vender el 51 % de las acciones, en efectivo.
4to. Con el comprador constituir una compañía mixta, en que la Administración de cada hotel recaiga durante 5 años en el socio extranjero.
Es lo que haría cualquier gran inversionista, no solo en hoteles, en el mundo.
Es posible que esta propuesta genere debate, pero es precisamente lo que pretendo al hacerla.
Demostraría, quizás, lo atrasados que estamos en la comprensión de la significación financiera de una gran inversión.
10/04/24
lunes, 8 de abril de 2024
Cuba: en guerra con la economía
Por Dr.C Juan Triana Cordoví
“Todo para el frente” es la frase que quizás mejor simboliza lo que es una “economía de guerra”. Se hizo famosa al aparecer en un cartel allá por el año 1942 en plena Gran Guerra Patria. La frase en realidad tiene dos partes “todo para el frente”y “todo por la victoria”. En síntesis, significaba alinear todos los esfuerzos y poner todos los recursos en el objetivo supremo de derrotar al ejército nazi, que para esa fecha estaba peligrosamente cerca de Moscú.
Significaba también supeditar todas las decisiones, y el proceso de tomarlas, a ese objetivo. También implicaba la variable tiempo que, en esas condiciones, la de una economía de guerra, tiene un valor marginal incalculable.
Por cierto, hay que decir que el ejercito nazi no pudo tomar Moscú y el aporte de la Unión Soviética a la derrota del fascismo en Europa, ese mismo que resurge hoy con variados matices, fue decisivo, a pesar de que la nueva historia escrita desde Occidente insista en desconocerlo.
Fue un magnífico artículo de mi colega Joaquín Benavides, “¿Economía de guerra o mercado en la economía?” publicado en el blog Segunda cita de Silvio Rodríguez, lo que me impulsó a retomar ese concepto e intentar entenderlo en nuestro contexto actual.
Una rápida búsqueda en Google nos lleva a varias definiciones. Esta es una de ellas: “El término economía de guerra hace referencia a la forma en que se organiza la economía de un país durante un conflicto armado. Se entiende que consiste en maximizar su capacidad de producción y distribución, lo que pasa por ajustes sustanciales a la producción que permitan acomodarse a las necesidades del país”.
Otra definición, en la Economipedia, refiere que:
“La economía de guerra es una situación bélica o de catástrofe en la que el Gobierno toma el control de la gestión de los recursos económicos. Todo ello implica medidas como la movilización de la población, el racionamiento, el control de la producción y el autoabastecimiento. En línea con el abastecimiento de alimentos, el Estado también establece un férreo control sobre el sector primario. Por ello, dirigirá y supervisará la producción de alimentos, prestando especial atención a la agricultura y a la industria alimentaria.
Si los alimentos están racionados, igualmente deben aprovecharse los recursos energéticos. Así pues, se toman medidas para sacar el máximo partido de los escasos recursos energéticos. Se han dado numerosas experiencias en las que, por ejemplo, los combustibles y la luz se han racionado.
Precisamente, en una guerra, un Estado debe ser lo suficientemente fuerte como para contar con los recursos necesarios sin depender de terceros países. Todo ello conduce al autoabastecimiento. En otras palabras, un país en guerra suele encaminarse hacia la autarquía”.
La hiperinflación es uno de los grandes males que acarrea la economía de guerra y la intervención de la política monetaria pareciera ser el recurso más usado en esa situación. Esta historia definitivamente tiene que ver con nuestra realidad y no solamente con la actual, sino con otras varias realidades anteriores.
Una excursión por Wikipedia nos devuelve una descripción sintética de lo que puede ser una economía de guerra, la cito in extenso:
“Se denomina economía de guerra a la que se aplica en momentos históricos de fuertes convulsiones violentas, sean o no conflictos armados, o en periodos de extrema autarquía y que tiene por objetivo mantener el funcionamiento de las actividades económicas indispensables para un país, procurar el autoabastecimiento, desincentivar el consumo privado, garantizar la producción de alimentos y controlar la economía nacional desde el Estado. Cada país se acerca a la reconfiguración de su economía de una manera diferente. Entre las actuaciones fundamentales se encuentran:
- Control exhaustivo de la política monetaria que evite los procesos de hiperinflación.
- Favorecimiento de la autarquía como sistema que evite la dependencia de las importaciones exteriores en productos básicos y material militar.
- Medidas de ahorro del consumo energético.
- Incentivación de la mano de obra a bajo coste para ocupar los puestos de trabajo de aquellos que se incorporan al ejército.
- Cambios en la política agrícola que dirigen los cultivos y la industria transformadora hacia la producción de granos y, en general, cultivos que aporten una alta cantidad de hidratos de carbono.
- Aumento de la producción de la industria pesada y de material militar.
- Establecimiento de reducciones del consumo privado, que puede incluir el racionamiento a la industria y a las familias.”
Parecería que varias generaciones de cubanas y cubanos hemos estado prácticamente toda nuestra vida viviendo dentro de una economía guerra, ya sea por la magnitud y profundidad de los conflictos, aun cuando algunos de ellos no fueran directamente militares; o por la manera de manejar la economía en determinados momentos; o por los efectos/ resultados de las políticas /medidas puestas en práctica, o por una combinación de los tres.
En realidad, en la ecuación de la economía nacional, uno de los criterios relevantes que han condicionado la adopción de cualquier decisión ha sido su influencia/impacto/efecto sobre el conflicto fundamental que nuestro país ha enfrentado desde el año 1959, a saber: el diferendo entre Estados Unidos y Cuba.
De la misma forma, el grado de intensidad de ese conflicto ha sido una variable relevante en la adopción de medidas para manejar la economía.
Listo abajo algunos de esos momentos históricos, hitos, aunque obviamente hay grandes diferencias, entre ellos:
- La brusca reducción y más tarde la exclusión de la participación de Cuba del mercado norteamericano, tanto como importador que como exportador, y su intensificación hasta llegar al bloqueo económico y comercial en 1962.
- El fomento de bandas terroristas y la invasión a Playa Girón.
- La “Crisis de Octubre” o “Crisis de los misiles”.
- La Zafra de los 10 millones y lo que significó en término de movilización de mujeres y hombres y en cuanto a la asignación de recursos.
- La “Guerra de Todo el Pueblo”, que se iniciara en los primeros años de la década de 1980.
- El “Período Especial en Tiempos de Paz” que no se ha despedido de nosotros y parece que no lo tiene en planes por el momento.
- La “Batalla de ideas”.
- La Pandemia de COVID 19.
- Las medidas de la Administración Trump.
Es cierto también que el modelo económico socialista adoptado desde finales de los sesenta, e institucionalizado en los setenta recuerda en buena parte el manejo de una economía de guerra.
Pero la guerra de la economía es otra. Se libra todos los días, desde los ciudadanos y ciudadanas más simples, hasta aquellos otros que tienen alguna responsabilidad en el resultado de la misma.
Después de volver a mirar esas definiciones, me cuesta convencerme de que estemos en una economía de guerra, al menos hay hechos que me mueven a dudas.
Si la nuestra fuera hoy una economía de guerra en sentido estricto, entonces aquella frase que inicia este escrito se podría reinterpretar como “todo para la producción de alimentos”. En definitiva, el precio de los alimentos es el que tiene mayor peso en la dinámica de la inflación según las propias informaciones del Ministerio de Economía.
Los alimentos representan una de las cuentas más altas de nuestras importaciones y en la estructura de gastos de nuestras familias, es el destino decisivo de sus ingresos.
La producción de alimentos es uno de los principales destinos de los subsidios que desde el presupuesto central se asignan a las empresas agropecuarias y terminan incrementando el déficit fiscal, aunque lamentablemente no alcanzan para remediar el problema.
Sin producción nacional sostenible de alimentos la soberanía alimentaria no pasará de ser una quimera. Son los productos de la tierra —y del mar— los que generan cadenas productivas y de valor que permiten integrar diversos sectores, desde la agricultura misma hasta la ciencia y la tecnología. Son esos mismos los que impactan de forma decisiva en el bienestar de la nación y en su percepción de prosperidad.
Sin alimentos de buena calidad, de producción nacional, el sector turístico nacional competirá siempre en desventaja con el resto del mundo y en especial con nuestra región.
No podemos hacer depender la leche de nuestros niños de la caridad internacional.
Uno de los mayores recursos que tiene nuestro país es su tierra y el mar que la rodea y tenemos más tierra arable por persona que países grandes productores de alimentos. Aún estamos lejos de la frontera de producción del sector y necesitamos modernizar las tecnologías de producción, entre otras razones, por el despoblamiento de nuestros campos que es la misma razón por la cual debemos modernizar la vida de nuestros campesinos.
Pero no, todavía hoy los recursos se asignan a otros destinos, en un ejercicio difícil de calificar que repite año tras año el mismo error. Y no hablo solo de inversiones asignadas a un “frente” a todas luces estancado, además sitiado y para nada bien manejado. Si estuviéramos en una economía de guerra hace rato esas “balas” debieron haber sido asignadas a otro frente.
Más no es solo un problema de asignación de recursos de inversión. Todavía me cuesta entender que una de las dificultades de la actual zafra sea la poca disponibilidad de combustible y, sin embargo, se mantengan funcionando centenares de autos estatales cuya utilidad apenas es significativa comparado con la necesidad de asegurar la producción de azúcar para la “canasta racionada” o para la producción de una parte del arroz de esa misma canasta.
De hecho, si estuviéramos en una economía de guerra, esa misma canasta racionada debería ser mejor asignada, concentrándola en aquellos que más la necesitan y no seguir perpetuando una forma de distribución que consolida brechas de desigualdad cada vez más difíciles de manejar.
Si la nuestra fuera hoy una economía de guerra no habría cómo justificar ese excesivo aparato burocrático del Estado, con sobrepeso evidente y la demora inexplicable a someterlo a una cirugía profunda, que elimine las partes necrosadas del mismo.
Si estuviéramos en una economía de guerra hace rato deberíamos haber identificado la dirección del golpe principal, haber concentrado los recursos en esa dirección y no diluirnos en escaramuzas que debilitan las fuerzas.
Ciertamente, concuerdo con mi colega y amigo Benavides en que la solución no debe venir por reproducir aquellos métodos y estilos que tanto recuerdan a la economía de guerra, pero que en nuestro caso no nos han conducido a obtener una ventaja significativa en este campo de batalla casi perpetuo que ha sido y es la economía.
Porque no es reproduciendo el pasado que podremos conquistar el futuro. Esas son, en buena parte, las razones que me hacen pensar que no parece que estemos en una economía de guerra, más bien parece que estamos en guerra con la economía.
https://oncubanews.com/opinion/columnas/contrapesos/cuba-en-guerra-con-la-economia/